I started out in search of ordinary things...

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viernes, 30 de diciembre de 2016

Discos del 2016 (completo)

Aquí están los doce post anteriores compilados:

60. The Last Shadow Puppets. Everything you've come to expect.

Everything You've Come to Expect
El segundo disco del proyecto paralelo del cantante de Artic Monkeys, junto con su amigo Miles Kane de the Rascals, intenta ser más "cinematográfico" y oscuro que los de su banda principal.

 A mí, que no soy seguidor en especial de los Artics y al que hace tiempo que el britpop no me dice gran cosa, las canciones de este Everything you've come to expect me traen a la memoria -más que a Bowie o a Scott Walker como escriben algunos- a the Auteurs, época After Murder Park. Y eso, para un servidor, son bastantes puntos.
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59. ANOHNI. Hopelessness.

Hopelessness

Antony Hegarty es una de las voces más personales del panorama musical actual. Un artista único, de una sensibilidad brutal que ha alcanzado como Antony and the Johnsons un reconocimiento merecido. En su identidad definitiva como mujer, ahora Antony es Anohni, y para celebrarlo en éste su debut femenino ha decidido ceder el componente instrumental a dos productores de música electrónica y jugar a ser Bjork. Y aquí es cuando me toca decir que no me gusta Bjork; nunca he seguido su carrera ni me han interesado sus diferentes transformaciones. Reconozco que es culpa mía y que nunca le he dedicado tiempo a ponerme a escuchar sus discos; me gustan temas sueltos pero no soy capaz de escuchar un disco completo de la islandesa.
Así que, ante esta metamorfosis de Antony a Anohni, tengo sensaciones encontradas. De emocionarme con I don't love you anymore a salir corriendo a pasar de canción con la siguiente Obama. El sopor de Violent men lo contrarrestan Why did you separate me from the Earth y -sobre todo- Crisis. Al llegar a la última Marrow, el balance final es positivo.
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58. Lucinda Williams. The Ghosts of Highway 20.

The  Ghosts of Highway 20

No se le puede poner ni un solo pero a este The Ghosts of Highway 20 que nos ha entregado Lucinda Williams. Es un disco de americana de manual; sincero y honesto desde el título -Espíritus de la Autopista 20- y la primera canción -Dust (polvo)-.  Catorce canciones que nos llevan por carreteras interminables por el desierto, donde podemos ver el polvo flotando con los rayos de luz. De instrumentación sobria pero de factura perfecta (esa guitarra que marca el camino en cada canción), y por encima de todo el canto/lamento arrastrando cada frase de Lucinda. Impecable. Y de lo mejor del año en su género. 
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57. Frightened Rabbit. Painting of a panic attack.

Painting of a Panic Attack

El último disco de estos Conejos Aterrorizados -buen nombre para esta banda escocesa- se ha colado en esta lista a pesar de transitar caminos musicales bastante trillados; partiendo de los Coldplay antes de conocer a Brian Eno, un poco de la épica de Arcade Fire, un mucho de la tensión de The National (produce el disco Aaron Dessner), nada nuevo que aportar que no se haya hecho ya. Pero un disco que con nada que te acerques te suelta hits del calibre de Get out, I wish I was soberAn otherwise disappointing life, Break, 400 bones...; manteniendo el nivel en el resto de canciones, pues complicado dejarlos fura del resumen del año. Escúchalos ya antes de que una de sus canciones aparezca en la BSO de una serie de éxito y se hagan famosos.
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56. Cloud Cult. The seeker.


















Cloud Cult lo tiene todo para que les cojas manía y no le des ni una oportunidad a sus discos: una especie de comuna new-age con mensaje ecológico-trascendental, con un tipo pintando "obras de arte" mientras toca la banda en sus conciertos, arreglos de sintetizadores en algunas canciones  que parece que los han grabado ET y su grupo de extraterrestres amigos, en este su último disco han sacado una película que acompaña al disco -sin sonido, solo imágenes, definido como art-drama experimental y que por supuesto no he visto ni falta que me hace-. Pero si todos esos buenos motivos te impiden dedicarles por lo menos un par de escuchas a sus discos, te perderás canciones de una sensibilidad y emoción extrema que te atraparán para siempre -prueba antes con el directo acústico que sacaron hace un par de años, donde quitaban artificios a sus temas y quedaban las canciones enormes desnudas-. Prueba de ello es la legión de seguidores underground que tienen en su país, para los que Cloud Cult es el grupo de su vida.

55. Savages. Adore life.

Adore Life

En el segundo disco de Savages se puede cortar la tensión con un cuchillo. Rock seco y directo -lo llaman post-punk-, con una línea de bajo de demolición y guitarras afiladas hirientes. Uno de los mejores discos de rock de este 2016, con todo merecimiento debe aparecer en las diferentes listas de lo mejor del año en los medios especializados.
Al ser un grupo de mujeres todos hablarán de PJ Harvey -cierto que algunos temas y sobre todo la actitud recuerdan a los primeros discos de ésta-, pero Savages juegan hoy más bien en la liga de gente bruta tipo Swans y compañía. En directo deben de impresionar.
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54. Explosions in the Sky. The Wilderness.

The  Wilderness

Las canciones de largos desarrollos en las que van apareciendo poco a poco capas de guitarras y que suben y suben y suben hasta llegar al climax final son ya un clásico en el mundo cerrado del post-rock. Así empezaron Mogwai en sus inicios, y, con la variante de añadir a las guitarras instrumentos clásicos (violín, etc), se hicieron un nombre en el panorama hace 15 años Godspeed You Black Emperor. Hoy en día, el gran especialista en ese tipo de temas "in-crescendo" es la banda de Texas Explosions in the Sky, quedando como una de las pocas grandes bandas de post-rock instrumental capaces de aportar cosas interesantes y de emocionar -con permiso de Mogwai por supuesto-. Y eso consiguen en este su primer disco en 5 años que no es para una banda sonora.  Y, sí, efectivamente, el espíritu de los primeros discos de Tortoise recorre muchos tramos del disco.
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53. Pinegrove. Cardinal.

Cardinal

¿Quién no ha tenido 20 años y no entendía nada? ¿Quién no ha buscado refugio en la música y ha identificado canciones y letras con SU vida? Ya desde R.E.M. en los ochenta, grupos indies de imberbes universitarios han puesto patas arriba nuestro catálogo emocional, con canciones simples y directas pero que nos atrapaban y eran parte de nuestra vida, de una época de nuestra vida. A mí Pinegrove me cogen mayor  para golpearme tan fuerte, pero con ellos mi corazoncito indie universitario me late un poco más rápido, y ese estado de melancolía tan conocido me invade de nuevo al escuchar la mayoría de las 8 canciones de Cardinal.
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52. Conor Oberst. Ruminations.

Ruminations

Prolífico y cambiante como para que sigamos pensando que pretende ser el nuevo Dylan, tras volver al punk cabreado y a la canción protesta política con su otra banda Desaparecidos el año pasado, Conor Oberst entrega ahora un trabajo en solitario desnudo diametralmente opuesto al anterior. Aquí no hay política, ni furia, ni velocidad ni electricidad. Ni siquiera tiene que ver con sus discos como Bright eyes ni con las canciones del magnífico Upside-down mountain que publicó también con su propio nombre del 2014. Son canciones íntimas, desnudas, al piano y/o guitarra acústica, su voz y poco más, a veces una armónica. Los diez temas van fluyendo despacio, sin prisas, seguramente no te van a volver loco ni van a ser tus canciones favoritas, pero sí es un disco que calienta, da paz, tranquilidad y conmueve. Porque Conor Oberst no es ni será Bob Dylan, pero a estas alturas es ya un grande capaz de emocionar con solo un piano y una armónica.
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51. M Craft. Blood moon. 

Blood Moon

Escuchar este Blood Moon de M Craft de noche en solitario puede ser una experiencia sobrecogedora. Porque es un disco nocturno, de una extraña belleza, que te sumerge en esa atmósfera tranquila pero inquietante que recorre todos los temas, esas melodías acunadas por el piano, esa tensión de fondo apenas perceptible. Trasmite esa falsa sensación de paz y tranquilidad donde la oscuridad no te deja ver lo que acecha detrás. Y es uno de los discos más bonitos del año.
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50. Tindersticks. The waiting room.

The Waiting Room

A la hora de valorar un nuevo disco de Tindersticks es complicado decidir dónde ponemos el listón. Porque si lo comparamos con sus tres primeros discos de 1993, 1995 y 1997 -obras maestras que han creado un género y han influenciado a montones de grupos desde esos años-, el resultado siempre será decepcionante.
Debemos quedarnos entonces con el concepto de Tindersticks como el grupo de soul blanco elegante  y melancólico, de exquisita instrumentación y atmósfera cinematográfica en el que se han ido convirtiendo desde el lanzamiento en 1999 de su cuarto disco Simple Pleasure. Y, bajo esos parámetros, este The Waiting room -su décimo disco de estudio-, cumple con todas las expectativas de un nuevo disco de Tindersticks. Personalmente me parece mejor que los anteriores The something rain (2012), Falling down a mountain (2010) y The hungry saw (2008). Pero, a pesar de todo lo escrito hasta aquí, no puedo evitar acordarme de canciones como City Sickness, Patchwork, The Not Knowing, Tiny Tears, Travelling light, Mistakes, Another night in, Rented Rooms, Dancing, Let's pretend, Buried bones..., y acabar, como con cada nuevo disco de Tindersticks, ligeramente decepcionado.
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49. Mogwai. Atomic.

Atomic

Seis números por encima en esta misma lista, al reseñar el disco de Explosions in the sky, hablábamos del post-rock instrumental y de lo difícil que era a estas alturas aportar cosas interesantes y emocionar realizando este tipo de música. Mogwai son la excepción a todo esto, y están muy por encima de la etiqueta y el estilo que desarrollan. Porque, como siempre utilizando instrumentos básicos del rock y sin melodías vocales, pueden ser tan hard-rock como la banda de metal más de moda, tan electrónicos y rítmicos como Kraftwerk, tan noise como My Bloody Valentine y tan emocionantes como el que más. Y son únicos a la hora de poner sonido a documentales como este Atomic de la BBC, sobre el desarrollo e impacto de la energía atómica en nuestras vidas.
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48. Michael Kiwanuka. Love and hate.

Love & Hate

Soul y R&B en el siglo XXI. El segundo disco de Michael Kiwanuka lo tiene todo para vender cientos de miles de discos (si todavía quedamos tantos que compremos discos)  y optar a todos los premios musicales en su país (Gran Bretaña). Una producción a lo grande, arreglos al detalle, coros celestiales, una voz que te lleva de Curtis Mayfield a Otis Redding, y un puñado de hits que te enganchan a la primera. Un disco para recomendar a cualquiera que le guste mínimamente la música.
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47. Silvia Pérez Cruz. Domus.

















Silvia Pérez Cruz es una de las mejores voces de la música española actual, y una de las propuestas más interesantes, atreviéndose en sus discos con todo tipo de estilos. Este Domus es la banda sonora de la película Cerca de tu casa, drama social centrado en los desahucios en la que ella interpreta el papel protagonista. Debido a su carácter de banda sonora, donde las canciones están subordinadas a la imagen, y a esa disparidad de estilos, el resultado final es un tanto irregular; pero solo escuchar la maravillosa canción que abre el disco, ese alegato de justicia social que es No hay tanto pan, vale para encumbrar esta obra. Para salir a la calle y gritarlo muy fuerte. 

46. Devendra Banhart. Ape in Pink Marble.

Ape in Pink Marble

Devendra Banhart sigue haciendo la música que le da la gana, pasando olímpicamente de la etiqueta de líder del "freak folk" que le pusieron allá por el 2004, coincidiendo con la aparición de gente difícilmente clasificable como Joanna Newsom, Vetiver, Fleet Foxes e incluso Sufjan Stevens. Pero con cada nuevo disco Devendra ha ido demostrando su carácter único en el panorama musical, su amor por la música de los 70 y los ritmos caribeños y tropicales y, sobre todo, su personalidad para hacer reconocible cualquier tema sea del estilo que sea. Porque, a día de hoy, Devendra Banhart sólo suena a Devendra Banhart.
Este Ape in pink marble es más introspectivo, menos "tropical" que los anteriores, con menos instrumentación y con un predominio de los teclados y sintetizadores en algunos temas (incluso a veces parece Devendra Banhart goes disco). Este Ape in pink marble es tan bueno como los anteriores.
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45. Band of Horses. Why are you ok.

Why Are You OK

Para qué negarlo, Band of Horses en sus dos últimos discos han perdido intensidad;  han perdido esa pegada que tenía en sus primeros discos y que te atrapaba al escucharlos. Tenían parte de ese pellizco que tienen My Morning Jacket y que hace a un grupo único, especial.
En cierto modo en su primer disco parecían una versión más comercial y edulcorada de la banda de Jim James. Y es curioso que, ahora que últimamente My Morning Jacket han perdido algo de fuelle -aunque siguen siendo grandes-, algo parecido o aún peor le ha pasado a Band of Horses. Este Why are you ok se supone que debería ser la vuelta a los niveles de calidad tras la decepción que supuso el anterior Mirage Rock, y para ello han buscado la colaboración de gente como Rick Rubin y Jason Lytle (Grandaddy) en la producción, e incluso J Mascis le hace algunos coros. Y el caso es que este disco, salvando todas las distancias,  me recuerda al... Holland de los Beach Boys. Algunas buenas canciones individualmente, pero el conjunto no es redondo y, sobre todo, por debajo de lo que esperábamos. Quizás deberíamos de reducir nuestras expectativas.
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44. The Avalanches. Wildflower.

Wildflower

Yo no bailó, pero he de reconocer que se me van los pies con alguno de los temas de este Wildflower. No suelo escuchar música de baile ni electrónica ni creada a base de samples (reconozco la habilidad de gente como DJ Shadow, aunque no me dice gran cosa) pero este disco consigue engancharme y disfrutar. Yo no estuve en el escenario pequeño del FIB del 2001, pero estaba cerca y sé de buena tinta que lo petaron fuerte a base de guitarrazos punk, samples y enseñar el culo. No llevo más de 15 años esperando la continuación del Since I left you, pero sé que la espera ha merecido la pena. Este disco no es mi estilo, pero sería un cretino si no reconociese lo bueno que es y si no apareciese en esta lista.
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43. Michel Cloup Duo. Ici et là-bas.















Como miembro seminal de Diabologum y responsable del 50% de las canciones de #3, Michel Cloup tiene desde siempre mi reconocimiento y admiración. 20 años después, tanto con su siguiente grupo Experience como en su actual etapa en solitario, Michel Cloup se ha mantenido en parecidas coordenadas sonoras  para quien quiera escucharlo: rock  de influencias anglosajonas de ritmos aparentemente tranquilos pero alta tensión eléctrica, letras en francés que son recitados con influencias del hip-hop francés de corte social. Las canciones parecen siempre que están a punto de estallar, la tensión se nota en cada nota. Hasta que se canse y lo deje, tocando en salas casi vacías en su país, Michel Cloup seguirá en sus trece sacando discos tan imprescindibles como éste. Para mí el rock es esto.
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42. Teenage Fanclub. Here.

Here

Teenage Fanclub han vuelto a sacar un nuevo disco este año. Seis años desde la última vez; más de veinte años desde que salió Grand Prix. Teenage Fanclub, han vuelto. Como casi siempre,  esas 12 canciones repartidas a 4 por autor: los medios tiempos más reflexivos de Raymond McGinley, las melodías de azúcar con rifs de guitarras a lo Television de Gerard Love, y esos hits marca de la casa de Norman Blake. Doce canciones nuevas de Teenage Fanclub que son un tesoro a guardar con el resto de su obra. Porque gracias a ellos descubrí a grupos como Big Star y a Television, porque de tanto hablar de sus influencias nunca hemos reconocido lo grandes que eran. Lo grandes y lo importantes que son.
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41. León Benavente. 2.
















Músicos solventes, letras agudas, ritmos marcados, casi alemanes, rock sin fisuras y más de un hit. El segundo disco de León Benavente es si cabe un paso más respecto al primero: más riesgo, más experimentación, letras más maduras y mejores canciones. Lo que hace León Benavente en España no lo hace nadie. Y es que, como dice Abraham Boba,  tenemos el país que nos merecemos.
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40. Dr. Dog. The psychedelic swamp. 

The Psychedelic Swamp

Quizás como una manera de coger aire o de salir de un bloqueo creativo, o simplemente porque les apetecía y les ha dado la gana, este año Dr. Dog en lugar de entregarnos nuevo material han decidido darle la vuelta y regrabar sus primeras canciones, lanzadas en el 2001 en formato casette.
Y lo que puede parecer en principio un refrito sin interés resulta ser todo lo contrario:  las ideas frescas y gamberras de un grupo de novatos con muchas cosas que decir y mucha psicodelia por escupir,  ejecutadas por una banda experta con quince años de conciertos a las espaldas. Entre alguna que otra marcianada propia de la edad, encontramos aquí joyas que presagiaban lo que Dr. Dog darían de sí años después (especialmente entre 2005 y 2008 con Easy Beat, We all belong y Fate). Este disco también nos sirve para ver la influencia que los Flaming Lips han tenido en grupos posteriores (Bring my Baby Back bebe directamente del Yoshimi... de los de Wayne Coyne).
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39. Lambchop. Flotus.

FLOTUS

Con un par de huevos, tras más de veinte años de carrera musical y doce discos a sus espaldas, siendo un referente actual en la música alternativa americana que ha hecho que jóvenes indies se acercasen en su momento al country más clásico y al soul, Kurt Wagner -alma mater de Lambchop desde la creación de esta banda multinstrumental , escritor y cantante de unas letras sobre la vida cotidiana al nivel de los mejores relatos norteamericanos- se plantó hace menos de un mes en el escenario en Sevilla con un Mac conectado a un autotune, acompañado en ocasiones de su guitarra eléctrica y flanqueado tan solo por Tony Crow al piano y un estático Matt Swanson al bajo; y ante los ojos sorprendidos y desconcertados de los que allí estábamos, desgranó uno detrás de otro los temas de este su último disco Flotus. Reconozco que el abuso del autotune en aquel directo tuvo algunos momentos de vergüenza ajena, sobre todo porque el público ahí reunido no estaba preparado para algo así, esperando en qué momento iban a tocar alguno de los clásicos de sus primeros o de sus magníficos últimos discos. Pero, sin piedad, todo lo que tocaron ese día fue de este Flotus  anómalo, donde los arreglos han sido sustituidos por electrónica, donde los ritmos fríos mandan sobre la otrora calidez musical, y donde la voz sabia de Kurt está travestida por capas de autotune. Unos días después, al hacer esta lista, Lambchop, uno de mis grupos favoritos de siempre, aparece tan solo en el puesto 39. Dos semanas después, tras varías escuchas más al disco, y en especial ahora mientras escribo esto, puedo apreciar detrás de esa arisca instrumentación al Lambchop de siempre, a pesar del autotune puedo reconocer el genio y las sabias palabras de Kurt Wagner, y recuerdo cómo durante toda su carrera se han negado a ser autocomplacientes, siempre han buscado nuevos derroteros donde desarrollar su música, y siempre han conseguido salir airosos de dichas aventuras musicales. Y, como no podía ser menos, a pesar de todo, Kurt Wagner sigue siendo un genio y es capaz de llevarnos a su terreno en este su último experimento.

38. Dinosaur Jr. Give a glimpse of what yer not.

Give a Glimpse of What Yer Not

J. Mascis y Lou Barlow -auténticos dinosaurios del indie-, se han juntado de nuevo en el estudio de grabación para enseñar a los chavales cómo se hace un disco de indie rock del bueno, que para algo ellos llevan más de treinta año en esto. Y la demostración es magistral, porque este Give a glimpse of what yer not suena tan fresco y en forma que perfectamente podría haber sido grabado en 1996. El problema también es ése, que perfectamente podía haber sido grabado en 1996. ¿Pero eso es realmente un problema? Gimme Indie Rock, disfruta y déjate de buscarle tres pies al gato.

37. Chucho. Los años luz.

















Fernando Alfaro recupera la marca Chucho y reúne la banda para este Los años luz que se le supone más sucio y más rock -más perro- que sus tres anteriores discos con su nombre. Pero el universo particular de Alfaro es tan específico que, ya sea como Surfin Bichos, Chucho o con su nombre, su personalidad es claramente reconocible en cada canción. Sin ánimo de crear polémica, y a pesar de ser fan declarado de todo lo que saca Fernando Alfaro, siempre me ha faltado/chocado algo en sus discos como Chucho, y en este caso me ocurre igual. Y mis canciones favoritas son las que más se parecen a las de Fernando en solitario. Ganan de largo Cosas hermosas, Desidia, Oso bipolar y Las Chicas del calendario a áquellas en las que saca el colmillo como Banderas negras, Flores sobre el estiércol, Nadie es inocente y Fuego fatuo. Pero, como todos los de Fernando Alfaro, el disco es tremendo.
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36. Okkervil River. Away.

Away

Hace ya un puñado de discos -digamos a partir del The Stage Names en 2007- que Will Shelf encontró el sonido que quería y se ajustaba a su banda Okkervil River. Desde entonces sus coordenadas musicales no se han movido lo más mínimo, y cada nuevo disco del grupo es perfectamente identificable con ese universo sonoro, y en este caso vuelve a suceder. Así, a las primeras escuchas, te puede parecer monótono y aburrido, más de lo mismo de siempre; pero como en el resto de su obra, se oculta todo un mundo paralelo lleno de detalles, un bosque encantado tras el jardín detrás de la casa, un mundo de Oz a la vuelta de la esquina. Y es que una vez encontrada la clave de la felicidad, ¿qué necesidad hay de cambiar?
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35. The Goon Sax. Up to anything.

Up to Anything

The Goon Sax son tres adolescentes australianos liderados por el hijo de Robert Forster -el que fuera 50% de los míticos The Go-Betweens y autor de un buen número de discos imprescindibles en solitario-. Y The Goon Sax hacen precisamente eso, pop adolescente naif  de alta calidad como el que desde hace años nos llega de tierras australianas.
No se puede tener un sonido más fresco que el de este su debut Up to anything; sencillo y directo, en la línea de grupos del nivel de Beat Happening, los primeros  Violent Femmes y, como no, The Go-Betweens. Tremendo primer disco, que nos asegura desde las antípodas la llegada de pop auténtico para un buen puñado de años. El relevo generacional está asegurado.
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34. The I don't cares. Wild stab.

Wild Stab

De un trío de adolescentes con la lección bien aprendida (The Goon Sax) pasamos ahora a un par de veteranos que son iconos de su época. Porque detrás de The I Don't Cares se esconden nada menos que Paul Westerberg -líder de los Replacements- y Juliana Hatfield. Para aquellos que no tienen la edad suficiente para recordarlo, The Replacements eran una banda de rock alternativo antes de la explosión de Nirvana y compañía, que influenció a toda esa generación de primeros de los 90. Y Juliana Hatfield era uno de los iconos rock femeninos de esa época desde que empezó tocando con Evan Dando y los Lemonheads.. Así que el resultado de esa unión de talentos y experiencia no puede ser malo, y este Wild Stab no lo es. 52 minutos de rock bien tocado y mejor planteado; 16 canciones redondas y completamente disfrutables. Porque el que tuvo retuvo.
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33. Emily Wells. Promise.


















Llegué a este Promise de Emily Wells de una manera totalmente accidental, sin ninguna referencia previa; y he de reconocer que mis primeras escuchas no fueron muy entusiastas. La extrañeza de algunos sonidos integrados en las canciones y cierto poso "arty" me recordaban en parte a Julia Holter; pero la combinación de elementos clásicos y de bases electrónicas vistiendo las canciones las dotaban de artificialidad y de excesiva frialdad. Una sensación de desasosiego y, como he comentado, de extrañeza me producía la escucha del disco. Pero, poco a poco, durante los siguientes meses desde que los oí por primera vez, los temas de este Promise se me han ido adhiriendo, y he podido apreciar la llama que late detrás de cada una  de las canciones, la belleza de la voz de Emily Wells, la emoción que las cuerdas y las bases le dan a los temas. Un disco de escuchas lentas y de paciencia.
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32. Wilco. Schmilco.

















Grabado durante las mismas sesiones que su predecesor Star Wars (2015), el último disco de Wilco comparte la característica principal del anterior: la espontaneidad. De nuevo Wilco se olvidan de que son Wilco, una de las bandas más importantes de la actualidad, con miles de fans a los que no quieren defraudar, y entregan doce canciones en las que se relajan, se divierten tocando y se dejan llevar, sin pretensiones de legar nada a la posteridad. El tono del disco es más sombrío e introspectivo que el anterior; las primera escuchas pueden parecer tan solo a Jeff Tweedy en solitario soltando sus miedos e inquietudes a la guitarra. Pero, por mucho que disimulen, Wilco no pueden dejar de ser Wilco, una de las bandas más importantes de la actualidad, y bajo esas canciones aparentemente tranquilas y lánguidas, encontrarás un grupo de músicos virtuosos que ornamentan cada tema con miles de detalles ocultos y que le meten una tensión de fondo casi imperceptible a cada canción.
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31. Manel. Jo competeixo.

Jo Competeixo

Manel siguen empeñados en cada disco en no repetirse, en hacer cosas distintas. Para aquellos que consideramos sus dos primeros discos como una maravillosa y gloriosa anomalía en el panorama musical, la constatación en este su cuarto disco -ya avanzado en parte con el tercero- de que ahora son una banda de rock  nos deja un poco huérfanos de unas canciones y un tipo de música que solo ellos hacían. Pero, como decía, Manel no están aquí para vivir de las rentas y de sus éxitos anteriores, así que para grabar  Jo Competeixo se han ido a Nueva york y se han empapado de ritmo, ya sea con sintetizadores como de origen caribeño, se han vuelto definitivamente rock y, sobre todo, han asimilado con éxito toda la influencia de grupos como Pulp. Pero, por mucho que maduremos, nuestras raíces siguen siempre con nosotros; así, mientras Jarvis Cocker nos cantaba Disco 2000 a ritmo de Gloria, Manel  nos recuerdan aquellas noches de verano en las verbenas junto a la playa intentando ligar mientras sonaba Juan Luis Guerra.
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30. Ray Lamontagne. Ouroboros.

Ouroboros

Tener una voz como la de Ray Lamontagne te permite vivir toda tu vida sacando discos de folk-rock con raíces country y melodías que te pongan la piel de gallina.
Pero Ray es un tipo inquieto que no se conforma solo con emocionarte en cada estrofa con su registro vocal, ni siendo el nuevo Ryan Adams o el heredero del Van Morrison más campestre. En este su sexto disco se nota la producción de Jim James de My Morning Jacket, y juntos recorren un camino por la psicodelia de los setenta que, curiosamente, los acerca en tono y ritmo al Jonathan Wilson de Gentle Spirit. Música expansiva, de largos desarrollos. espacial como podían serlo algunos discos de Pink Floyd. Y, por supuesto, la voz de Ray Lamontagne sigue mandando en cada tema para emocionarte y ponerte la piel de gallina.
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29. Sam Bean & Jesca Hoop. Love letter for fire.

Love Letter for Fire

Una vez más Sam Bean decide juntarse con algún músico de su misma órbita para grabar un disco compartido fuera de la que es su marca personal Iron & Wine. Pero esta vez no son versiones como en el caso del disco del año pasado con el líder de Band of Horses. La colaboración con Jesca Hoop ha sido más fructífera y les ha permitido sacar trece preciosas canciones con firma conjunta. Y el resultado es sobresaliente, porque estamos quizá ante uno de los discos más hermosos del año. Es cierto que no va a revolucionar el mundo de la música, y que los discos de Sam como Iron & Wine son musicalmente más interesantes y mucho más elaborados. Pero este Love letter for fire te golpea en su sencillez con un puñado de canciones folk preciosas, las dos voces se compenetran maravillosamente -no en vano el duo que grabo Sam Bean con Jesca Hoop para el debut de ésta era de lo mejor de ese álbum -nº38 en la lista del 2014 aquí-, y difícilmente escuches este año canciones más bonitas que las que encuentres aquí.
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28. Matt Elliott. The calm before.

The Calm Before

Ajeno a los movimientos musicales, a las últimas modas y tendencias, al Brexit y a lo que venga, Matt Elliott sigue a lo suyo, fiel a su cita bienal, entregándonos una nueva colección de canciones de lo que, si existiese tal, podríamos llamar folk europeo (en comparación con el folk americano, nada que ver con gaitas, celtas y etcéteras por favor).  Porque lo que hace esté inglés acompañado de guitarra española publicando en un pequeño sello independiente francés no puede ser más europeo. En esta ocasión son sólo 6 temas pero que en total dan para 43 minutos de música, más pausada que en anteriores discos -baja varios grados la tensión e intensidad-, pero más hermosa aún si cabe. Música atemporal que nos llega de muy lejos, de aquí cerca.
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27. Bat for Lashes. The bride.

The  Bride

Natasha Khan lo tiene todo para triunfar, llegar al millón de escuchas en Spotify, ir a los Grammy y estar al nivel de las grandes divas -Beyoncé aparte, que juega en otra liga-. Tiene voz, actitud y carisma; y es capaz de mezclar en un disco hits bailables como Sunday love con baladones como If I Knew e In your bed. Quizás sea en exceso oscura y en algunos temas peque de densa para que llegue a todos los públicos -el disco se supone que va sobre una novia cuyo prometido muere en accidente de coche camino de la boda-, pero son esos pasajes menos obvios como Clouds los que me han ganado para su causa.
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26. Sr. Chinarro. El progreso.

El Progreso

Once años después de El fuego amigo, Antonio Luque vuelve a ponerse en manos de J en la producción y graba en el Refugio Antiaéreo este El progreso. Y, como once años antes, el resultado es el mejor disco de Sr. Chinarro de los últimos que ha sacado. Ya no está Enrique Morente para darle la vuelta y aflamencar el Rito, pero queda su hija Soleá para hacer aún más grande la canción que da título al disco, de largo la mejor de todas. Y las guitarras de Florent para hacer de La mujer la canción más planetoide de las que ha grabado nunca el Sr.Chinarro. Pero por encima de todo, queda el talento de Antonio Luque, inagotable después de tantos discos, sus letras únicas y personales que encajan por fin en cada canción -le costó años aprender a  meter esos versos ingeniosos en las melodías-. Como hace once años, el saldo de las canciones es algo irregular -enormes Efectos especiales, Walden, El progreso y La mujer, por debajo del resto Maravilla, La ciudad provisional y La fiebre del oro-;  pero si es cierto que vivimos en bucle y que tras éste El Progreso vendrán sus equivalentes a El mundo según y Ronroneando, entonces estamos de suerte.
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25. Julia Brown. An abundance of strawberries.

An  Abundance of Strawberries

No tengo ningún argumento objetivo para justificar porque este disco aparece tan alto en la lista. Ni uno solo.
Pero como esto va de subjetividad, sensaciones y emociones, diré que las canciones lo-fi de este pequeño disco, con temas deslavazados que mezclan distorsión con coros pop y cachivaches electrónicos de saldo, me han producido la misma perturbación que el primero de Piano Magic y el ...finally we are no one de Múm, y parecida alegría melancólica que con el disco de Family.
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24. Parquet Courts. Human performance.

Human Performance

Siguiendo el hilo mágico que va desde la Velvet Underground a Pavement, Parquet Courts se marcan con este Human Performance uno de los discos rock del año. Con la lección bien aprendida de sus maestros, pero con personalidad propia y sonando cool y frescos en estos días de autotune y R&B que nos rodean, estos cuatro texanos afincados en NY han conseguido en pleno 2016 que podamos seguir hablando de la Velvet, Television, Fall y Pavement sin que tenga que morir ninguno de ellos para recordar lo grandes que fueron.
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23. Daughter. Not to disapear.

Not to Disappear

Para describir el sonido de este Not to disapear de Daughter la comparación que se me ocurre más cercana es la de The Cure haciendo dream pop. Una combinación imposible entre Portishead y Beach House, en el sentido de que tienen parte de la tensión y oscuridad de los primeros junto con las coordenadas sonoras de los segundos. El resultado son diez canciones intensas, nocturnas, que en lugar de hacerte volar te sumergen en un mar oscuro y profundo. El resultado son diez hits incuestionables. Discazo.
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22. Lucy Dacus. No Burden.

No Burden

Apúntate el nombre de Lucy Dacus si quieres fardar de que tú ya la conocías cuando dentro de unos años lo esté petando fuerte y sea la próxima Courtney Barnett, o Angel Olsen o -vamos a dejarnos ya de machismo y de identificar a las músicos sólo con mujeres-, el próximo Kevin Morby.  Porque si este su disco de debut  No burden es el resultado de una semana de ensayos y solo 10 horas de grabación, cuando Lucy Dacus en sus próximos discos, con el apoyo ya sí de un sello como Matador, le añada el tiempo y cariño necesario al talento que ya muestra a borbotones en estas nueve canciones, te puedo asegurar que lo va a petar pero bien. Next big thing.  

21. Hola a todo el mundo. Away.

















Este disco viene marcado para mí por la canción que abre el disco, Turn out the light, una de mis canciones favoritas del año; la canción que me hubiese gustado hacer si alguna vez hubiese hecho música; la canción que lleva veinte años sonando en mi cabeza, conjunción perfecta de todas las influencias musicales comunes. Tras ella encontramos otras nueve canciones magníficas que no dan respiro -a destacar la concatenación de hits de Future graves, About you y Only one thing-. De largo el mejor disco nacional del año.
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20. Leonard Cohen. You want it darker.

You Want It Darker

Hace dos años, reseñando el anterior Popular problems -aquí-, comentaba que teníamos suerte de que Leonard Cohen siguiese dando conciertos y sacando material nuevo, "Y un día ya no estará, o como Philip Roth decidirá no publicar más, y valoraremos aún más estas 9 canciones, pues los regalos de los genios son finitos, y sus obras menores son magnas en comparación con los demás".

Pues nuestra suerte se acabó, Leonard Cohen ha muerto un mes escaso después de publicar este You want it darker, que sirve de epitafio y epílogo a su obra. Y, como regalo final o para aumentar nuestra sensación de pérdida, se despide con su mejor disco en más de veinte años. Esta no es una obra menor, es un trabajo maravilloso de un tipo que ya está de vuelta de todo y que se dedica a mirar atrás sin ira y a sanar heridas. Se ha hablado mucho del Leonard Cohen poeta, del amante y mujeriego, del escritor metido a músico; pero me gustaría destacar aquí hoy al Leonard Cohen bromista e irónico. Siempre me ha parecido percibir en sus letras un sentido del humor especial, de no tomarse demasiado en serio a sí mismo ni a su imagen de nuevo trovador de nuestros días. Esa coña socarrona puede apreciarse desde su primer disco -escucha con atención la letra de One of us cannnot be wrong y me cuentas-; y ahora, en su despedida, como gran broma final, el bueno de Leonard Cohen escribe un disco sobre la muerte, en la que clama que ya está listo y le pide a Dios que se lo lleve, y justo después se muere. En su último chiste negro, nos pregunta incluso en el título y la canción titular si está bien así o lo queremos aún más oscuro. Así está perfecto, gracias por todo maestro. Adios a un genio.
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19. Emma Pollock. In the search of Harperfield.

In Search of Harperfield

Si eres de los que hace quince años disfrutaba con los maravillosos discos de The Delgados, mención especial para los producidos por Dave Fridmann: The Great Eastern y Hate; solo decirte que en este In the search of Harperfield su vocalista, Emma Pollock, iguala e incluso supera los de su grupo original.  Si no sabes de lo que te estoy hablando, dedícale un poco de tiempo a este disco fabuloso, que por razones que no entiendo ha pasado desapercibido en todos los resúmenes del año que he leído hasta ahora. Es un consejo de amigo.
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18. Car Seat Headrest. Teens of denial.

Teens of Denial

En los setenta minutos que duran las doce canciones de este Teens of denial, Will Toledo es capaz de condensar todo el indie rock de los 90. Todo. Algo casi milagroso si tenemos en cuenta que nació en 1992 y que éste es su debut en un sello -aunque en los cinco años anteriores haya sacado una decena
de discos autoeditados y grabados en casa-; pero el talento tiene esas cosas, y de talento este tipo va sobrado; y este disco es excesivo, tremendo.  

17. Bon Iver. 22, a million.

22, A Million

Este es, sin duda, el disco más importante de los que encontrarás en esta lista. El que más influirá en la música que está por llegar; el que se recordará en resúmenes de dentro de diez años. Y es una patada directa en el estómago en mis pretensiones de conocimiento de la actualidad musical, un golpe bajo a mi orgullo y una bajada de humos que me escupe  a la cara que no tengo ni idea de la música que se hace actualmente, que estoy anclado en grupos que suenan como hace veinte años, cuando me enamoré de la música. Porque el tiempo corre siempre más que nosotros; y no se trata sólo de por qué un tipo con una voz como Justin Vernon, que nos conquistó para siempre con ese maravilloso For Emma, forever ago, tiene que camuflarla a base de autotune; de por qué tiene que desfragmentar las canciones hasta hacerlas parecer esbozos. Bon Iver no tiene piedad y hace un disco difícil donde no te puedes agarrar ni a los títulos de las canciones. Obviando los cientos de miles de seguidores que esperan más de lo mismo, Bon Iver ha sacado el disco que ha querido, una obra maestra. Música de la segunda década del siglo XXI.
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16. The Felice Brothers. Life in the dark.

Life in the Dark

A estas alturas de la película -este es su sexto disco desde Tonight at the Arizona del 2007- los hermanos Felice no parece que vayan a endulzar un poco su sonido para alcanzar la repercusión que merecen en su país. Porque The Felice Brothers suenan demasiado crudos para llegar a todos los oídos, incluso a los acostumbrados al country y americana. Más roots que folk, sus canciones suenan a la América más profunda, a honky tonk, a tramperos acampados en las montañas, a the Band con Dylan tocando para ellos mismos. Auténticos y los mejores en lo suyo, se están convirtiendo en banda de culto.
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15. Mutual Benefit. Skip a sinking stone.

Skip a Sinking Stone

Este disco es una joya, un tesoro oculto por descubrir. Y es sin duda el más hermoso de todos los que han salido en este 2016.
Las doce canciones se suceden unas a otras de manera pausada; el disco fluye tranquilo y te va meciendo y transportando a otro lugar, un lugar más bonito y sin duda mejor. Música que sirve de anestesia para el día a día y que cura el alma. Si me preguntas a qué suena te diría que imagines al Sufjan Stevens más pop e íntimo, a las canciones más tranquilas de Sparklehorse, al estado de ánimo de Unbunny pero menos rock y más pop de cámara. Si me preguntas a qué suena te diría que a tocar el cielo con la punta de los dedos.

14. Teleman. Brilliant sanity.

Brilliant Sanity

Ni una sola pega se le puede poner al segundo disco de los ingleses Teleman. Disco pop del año, los once temas son hits potenciales, no sobra nada. El disco tiene de todo, y todo bueno: Düsseldorf y Superglue recuerdan a los mejores Franz Ferdinand en sus comienzos; Tangerine sería un hit de la new wave inglesa de los ochenta; Brilliant Sanity es indietrónica pop y podría estar en un Greatest Hits de The Notwist, ¿seguro que Canvas Shoe no la habían grabado antes The Bitter Springs? los teclados de Melrose son The Magnetic Fields; los ritmos repetitivos de Kraftwerk recorren Fall in time y Drop out; los hits Glory Hallelujah y English Architecture ya justifican medio álbum; y termina de sonar Devil in my shoe y no te queda otra que rendirte a la evidencia, reconocer lo bueno que es el disco, que no se le puede poner ni una sola pega, y volver a darle al play y disfrutar. Impecable.
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13. Andy Shauf. The party.

The  Party

La vida nos ha enseñado que a veces lo más grande se encuentra en las pequeñas cosas; lo más importante aparece con los pequeños detalles. Lo mismo ocurre con este The party de Andy Shauf, disco en apariencia menor pero que resulta ser enorme; en apariencia sencillo pero lleno de pequeños detalles que vas descubriendo en cada escucha de cada canción. Igual que la fiesta que refleja la portada y sobre la que trata el disco, lo que en principio parece una tranquila velada incluso anodina esconde sentimientos a flor de piel, monstruos y miedos en el armario, desamparo, abandono, soledad. Solo hay que escarbar un poquito en la superficie y encontrarás, debajo de esas melodías a piano y esos arreglos de cuerdas que recuerdan a las teleseries de finales de los setenta -y a Tobias Jesso Jr. con banda-, una pequeña gran obra maestra.
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12. Radiohead. A Moon shaped pool.

A Moon Shaped Pool

Conozco a gente a la que no le gustan los Beatles. Buenos aficionados a la música que te propondrán un buen número de grupos de los sesenta que consideran mejores que los Beatles (los Stones, la Velvet, los Beach Boys, los Who, los Kinks, los Byrds, Love...). Pero, con el permiso del Nobel Dylan, los Beatles fueron el grupo más importante de su generación; porque lograron hacer llegar al gran público sonidos que antes de ellos eran minoritarios. No inventaron nada, pero con ellos empezó todo. Por ejemplo, la psicodelia ya existía antes de que ellos sacasen el St. Pepper's y el Magical Mistery Tour, pero ellos lograron que gente que era impensable que pudiese llegar a esa música supiese apreciarla; y que la influencia de esos sonidos se propagase exponencialmente. Y todo eso además fagocitando los diferentes estilos para crear una marca/sonido Beatles clara y de fácil identificación. Los Beatles no eran un grupo de psicodelia, ni de R&B, ni pop. Los Beatles eran los Beatles.
Radiohead son los Beatles de su generación. El grupo más importante de su época, que ha conseguido hacer llegar al gran público sonidos que antes eran minoritarios, como la electrónica de Aphex Twin o el out rock. Su influencia a partir del Ok Computer, Kid A y Amnesiac ha sido exponencial. Han fagocitado los diferentes estilos para crear un sonido Radiohead reconocible a la primera escucha. Partiendo en sus orígenes del britpop e indie rock ya no hacen nada de eso, ni tampoco hacen electrónica. Radiohead son Radiohead. Como con los Beatles, conozco a mucha gente a la que no le gustan Radiohead.  
A moon shaped pool suena exactamente a Radiohead. No es un paso más en la búsqueda de nuevos sonidos como lo eran sus discos de 1997 a 2001, pero la música que contiene está al nivel que se espera del grupo más influyente de su generación.

11. Whitney. Light upon the lake.

Light Upon the Lake

La calidad del primer disco de Whitney -premio a los debutantes del año-, les ha llevado a rozar el top ten en este 2016 lleno de excelentes discos.  Como unos Avi Buffalo más campestres y con ciertos toques soul que les otorgan los arreglos de trompeta, las diez canciones de Light upon the lake se sustentan en el falsete de Julien Ehrlich y en las guitarras juguetonas de Max Kakacek, y con esos mimbres han grabado un disco fabuloso. Para disfrutar y escuchar al sol.

10. Animal Collective. Painting with.

Painting With

Para quienes pensaban que Merryweather Post Pavillion -su obra cumbre- era el disco más pop de Animal Collective, este Painting with viene a remplazarlo. Porque éste es el disco más directo, más pop y más accesible en la carrera de este grupo de excéntricos musicales.
Pero ojo, siguen siendo Animal Collective, así que si no los conoces el disco te puede parecer una marcianada en toda regla. Aquí la experimentación instrumental se ha dejado un poco de lado para jugar con las armonias vocales, y el resultado nos confirma que en el fondo a lo que aspiran es a ser los nuevos Beach Boys del siglo XXI, pero los de la época en la que Brian Wilson tomaba LSD y quería componer sinfonías adolescentes para Dios. No está a la altura del Merryweather, y personalmente me gustó más el último de Panda Bear, pero prefiero esta faceta más fresca que sus anteriores discos de largos desarrollos experimentales. Otro día hablaré de qué instintos primarios resuenan en la música de Animal Collective, que hacen que a mi hija con dos años le encante que le ponga este disco, igual que le pasaba a la mayor con la misma edad cuando le ponía el Strawberry jam.
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9. M. Ward. More rain.

More Rain

Matt Ward es un genio, todo lo que hace lo hace bien. No tiene un disco malo, y éste tampoco lo es. Su música es de otro tiempo, de otra época, pero solo podría hacerse en ésta. Consigue ser antigua y nueva a la vez; son canciones que parecen venir de una emisora en un universo paralelo donde la música actual suena como las viejas canciones de los años cuarenta y cincuenta. A la altura del resto de su obra, este disco es maravilloso, lleno de momentos memorables. Yo en particular me quedo con dos: ese grito pidiendo que un helicóptero le eche un cable en medio de Girl from Conejo Valley -que enlaza directamente con la primera canción de M. Ward que escuché y me conquistó, Helicopter del Transfiguration of Vincent del 2003-, y la fabulosa versión -otra más- del You're so good to me, nada menos que del Pet Sounds de los Beach Boys. Un año en el que saca disco M. Ward no puede ser musicalmente malo. Un grande.

8. MONEY. Suicide songs.

















Jugar a hacer arte con la desgracia es arriesgado. Desde Joyce, la imagen del artista atormentado ha dado mucho juego. La belleza de la muerte y de tocar fondo ha sido utilizada en muchas ocasiones, pero si uno se pasa de rosca con esa estética fúnebre y en el lamento puede parecer falso, artificioso, y perder  toda credibilidad, dando al traste con el efecto y los sentimientos que se pretendían transmitir inicialmente. Por eso titular un disco como canciones suicidas, publicar esa portada donde aparece el líder de MONEY, Jamie Lee, con el cuchillo colgando sobre su cabeza, y todo el ambiente e instrumentación solemne que se le ha dado a los temas era muy arriesgado; todo parece excesivamente premeditado, demasiada pose. Pero nuestras suspicacias y sospechas se vienen abajo al escuchar los nueve temas. Efectivamente, el disco está realizado para epatar, para deslumbrar y con todas las pretensiones de obra grande y perdurable. Pero es que han conseguido hacer una obra grande y perdurable; partiendo del corazón más oscuro de The Cure y Joy Division, con los Smiths y Morrisey de cabecera, y aterrizando la nave de Spiritualized en un lodazal de depresión, Como unos Antlers británicos, con todas las connotaciones que eso conlleva. Hermosamente triste. Magistral.

7. Kevin Morby. Singing saw.

Singing Saw

Personalmente el descubrimiento del año. Con este disco Kevin Morby se coloca en la primera división de cantautores americanos con cosas que aportar. El que fuera bajista de Woods se revela como un artista capaz de asimilar las influencias de siempre -Dylan, Cohen...- para producir nueva música muy personal, ya sea con hits como Dorothy y I have been to the mountain -¡ese mariachi de fondo!-, como con temas más tranquilos como Cut me down, Drunk on a star y Ferris Wheel.  Los saxos en Destroyer nos recuerdan precisamente al grupo de Dan Bejar; el ritmo hipnótico de los siete minutos de Singing Saw nos transportan al desierto hasta las cejas de ácido; y Water que cierra el disco empieza siendo un descarte del Death of a ladies' man de Leonard Cohen para transformarse en Bob Dylan tocando con los Travelling Willburys. Con este disco Kevin Morby pasa el examen con nota y se pone a la altura de sus maestros.
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6. PJ Harvey. The Hope Six Demolition Project.

The Hope Six Demolition Project

Otra grande que ha sacado disco este año. En The hope six demolition project PJ Harvey continua la línea argumental y musical ya iniciada en su aclamado Let England shake. Quizás por comparación con éste y porque el efecto sorpresa no aparece aquí, el disco ha recibido críticas más tibias respecto a su predecesor, lo cual es totalmente injusto; porque Polly Jean mantiene aquí la misma calidad de siempre y continúa haciendo blues político y social del siglo XXI. Porque hoy más que nunca, en los tiempos convulsos que vivimos, seguimos necesitando música así: cruda, seca y que nos escupa nuestras miserias a la cara.
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5. Nick Cave & The Bad Seeds. Skeleton tree.

Skeleton Tree

Ni siquiera los que somos padres podemos imaginar lo que debe ser perder a un hijo, porque sabemos que el dolor ha de ser tal que somos incapaces de ponernos en situación; nuestra mente nos protege evitando acercarnos a lo que se debe sentir en un momento así; solo acertamos a decirnos a nosotros mismos de manera abstracta que debe de ser lo peor que te puede pasar en la vida. Y sin duda es lo peor que te puede pasar en la vida.
Como seguramente ya sepas, uno de los hijos adolescentes de Nick Cave murió accidentalmente el año pasado mientras este disco estaba en preparación, por lo que el duelo y el dolor recorren cada milímetro del mismo.
Jugar a hacer arte con la desgracia es arriesgado, pero a veces la desgracia te golpea directamente y, para intentar sobrevivirla, no te queda otra que seguir haciendo lo que has hecho siempre -escribir, cantar, pintar...-, y el resultado es arte. Lo llaman elegía, y es el lamento hecho arte de un hombre -o mujer- por la muerte de un ser querido.
Hablando sólo de música, siempre me ha gustado más Nick Cave en los momentos en los que esa bestia indomable que son sus Bad Seeds se mantenía agazapada y casi oculta; parecen que no están, que sólo es Nick Cave solo al piano, pero si escuchas con atención los notas detrás, respirando, dando tensión a cada canción. Por eso hasta ahora mi disco favorito era The Boatman's call. Hasta ahora.
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4. Woods. City sun eater in the river of light.

City Sun Eater in the River of Light

No podemos vivir siempre en la oscuridad y la tristeza, así que para cambiar de tercio tenemos ahora el disco más brillante y luminoso que ha grabado Woods hasta la fecha. Es difícil conocer el límite de una banda que cada disco que saca es mejor que el anterior -como pasaba con Yo la tengo en la segunda mitad de los noventa-, pero si los discos precedentes ya eran sobresalientes este City sun eater in the river of light es excepcional. La paleta musical se enriquece en esta ocasión con ritmos y toques de afro-jazz, una influencia más a sumar a las ya mostradas en obras anteriores -folk, psicodelia setentera...-, pero lo que marca la diferencia en el disco es el talento melódico a la guitarra y el falsete de Jeremy Earlcapaz de entregar hits de pop luminosos como Morning light, Politics of free y Hollow Home. Alegría de vivir.
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3. Damien Jurado. Visions of us on the land.

Visions of Us on the Land

El anterior disco de Damien Jurado, Brothers and sisters of the eternal son, fue mi disco favorito del 2014 -reseña aquí-, y al comentarlo terminaba diciendo: "Damien Jurado...ha abierto las ventanas de su universo musical, ...ha salido de casa, se ha subido en una nave espacial y ahí está, en todo lo alto, rodeado de luces y girando alrededor de la Tierra. Y desde aquí abajo lo miramos extasiados, disfrutando del espectáculo; y expectantes por ver el siguiente paso. Porque, felizmente, parece que esto no ha hecho más que empezar." Pues el siguiente paso, este Visions of us on the land, es precisamente ese viaje en esa nave espacial, por mundos desérticos donde lo mismo te encuentras a Bruce Springsteen y su Nebraska que a Mercury Rev y See you on the other side. Un viaje largo, fascinante, de diecisiete canciones, en las que hay momentos de todo tipo -como en todos los viajes, en algunos momentos se puede hacer algo pesado-, pero con un aterrizaje final, a partir de Cinco de Tomorrow, donde se encadenan una colección de canciones - And Loraine, A.M. A.M, Queen Anne, Orphans in the Key of E y Kola- que te dejan sin aliento. Un paso más allá incluso que el Brothers and sisters..., nadie hace actualmente la música que saca Damien Jurado. Un gigante ya entre los grandes.
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2. Angel Olsen. My woman.

My Woman

Para los que seguíamos a Angel Olsen desde discos anteriores, -enamorados de esa fragilidad e intimismo que desprendían, pero sobre todo de esa voz capaz de pasar del susurro al grito sin romperse-, nos produce cierto orgullo ver el salto gigantesco -tanto en repercusión como en estilo musical como en calidad- que ha dado con este My woman, que vendría a ser su equivalente al Are we there de Sharon Van Etten. Aquí Angel deja atrás el intimismo y la fragilidad, y se enfrenta cara a cara con sus miedos, sus dudas, sus desencuentros. Es un disco de afirmación en todos los sentidos, desde lo musical a lo personal. Dividido en dos partes, una primera más directa y una segunda más íntima, Angel Olsen nos convence y conquista en cada una de ellas. Desde ese prefacio que es casi una oración de Intern; Never be mine o el reverso tenebroso del clásico Be my baby; el llamamiento rock a la acción que es Shut up and kiss me, Give it up y su aroma grunge, la tensión en crescendo desbocada de Not gonna kill you. la pausa marcando la segunda parte de Heart shaped face, la canción río maravillosa que es Sister y su lamento "All my life I thought I'd change"; Those were the days y su deje lento que te va meciendo; la sabiduría de Woman; hasta la coda final desgarrada al piano que es Pops. Bravo.

1. Andrew Bird. Are you serious.

Are You Serious


No creo que encuentres este disco de número uno en ninguna lista. No es musicalmente el mejor del año, ni aporta nada nuevo al panorama musical, ni creo que vaya a ser una importante influencia en el futuro. Porque Andrew Bird, en cierto modo, es como Stendhal  y sus novelas: con unas dotes literarias y un talento enorme -su calidad en la escritura se puede apreciar en sus ensayos y escritos sueltos-, en lugar de querer ser como Flaubert decidió ser como Dumas; porque Rojo y Negro y La Cartuja de Parma son folletines como Los Tres Mosqueteros escritos por un genio, que en lugar de gustarse en cada frase, decidió contar historias que entretuviesen y emocionasen.
Andrew Bird es como Stendhal, porque con unas dotes musicales innatas, un virtuosismo en la ejecución y conocimientos de composición elevados que le permiten crear arquitecturas sonoras de varios niveles, ha decidido hacer pop, entretenernos y alegrarnos el corazón. En lugar de ser Joanna Newsom ha preferido ser Ray Davies, y aprovecha todo su talento en hacer esas canciones pegadizas -pero ojo a las estructuras de cada canción, si no pega más de tres cambios por canción es que no es Andrew Bird-; y en lugar de tocar los instrumentos parece que juega con ellos -ese violín pizzicateado...-; y silba, silba mucho, y bien. Porque las canciones se hicieron para ser silbadas, para hacer a la gente feliz. Y este es el disco que más feliz me ha hecho cada vez que lo escucho. Y en estos tiempos adversos no solo necesitamos que nos canten lo mal que van las cosas, ni saber que la muerte está ahí esperándonos. ¿Por qué escuchamos música? Para ser felices.
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